Otra visión de los juicios de Nüremberg. Cap. 40



Los Juicios de Nüremberg fueron una serie de 13 procesos judiciales realizados por un Tribunal Militar Internacional acordado entre Estados Unidos, Gran Bretaña, la URSS y Francia contra jerarcas y otros implicados en la maquinaria del nazismo.

La tipificación de los crímenes y abusos realizada por los tribunales y los fundamentos de su constitución representaron un avance jurídico que sería aprovechado posteriormente por las Naciones Unidas para el desarrollo de una jurisprudencia específica internacional en materia de guerra de agresióncrímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad, así como para la constitución, a partir de 1998, del Tribunal Penal Internacional permanente. De esta forma, el proceso Núremberg marcó el inicio de una “Justicia internacional”, aunque sin embargo es en ocasiones considerado como una Justicia del vencedor” y no está exento de “zonas de sombras”. Aunque el acuerdo sobre el respeto al principio de presunción de inocencia fue alcanzado rápidamente, los redactores estaban preocupados por el hecho de que una prohibición de la retroactividad pudiera utilizarse para argumentar que en Núremberg los juicios habían sido ilegales, ya que habían juzgado “crímenes contra la paz” y “crímenes contra la humanidad”, que no existían previamente en las leyes nacionales. Por ello, el segundo párrafo del artículo 11 de la  Declaración Universal de Derechos Humanos constituye una prohibición a las leyes retroactivas. Los enjuiciados tuvieron desde su ingreso a la cárcel de Núremberg, aledaña al tribunal, un trato de prisioneros de guerra, se les permitía visitas muy restringidas, podían hacer ejercicios durante 20 minutos todos los días y asistir al tribunal en traje y corbata, elementos que les eran retirados a la salida del tribunal en prevención del suicidio por ahorcamiento usando la corbata como soga.

El Palacio de Justicia de Núremberg había sido escogido para albergar estos juicios por tres motivos: por su simbolismo ya que fue el lugar donde el partido nazi concentró a más público durante sus mítines, por ser el lugar donde se promulgaron las Leyes Raciales contra los judíos en 1935 y por ser el único edificio de este tipo que quedó intacto en Alemania tras los bombardeos. Las instalaciones también contaban con una prisión y con hoteles que sirvieron para alojar a las delegaciones internacionales y a los periodistas.

Para poder capturar a los jerarcas del Tercer Reich y sentarlos en el banquillo, el ejército estadounidense había puesto en marcha una operación cuyo nombre en clave fue Operación Mondorf. Una de las trabas más importantes para que los juicios pudieran llevarse a cabo con plenas garantías fue que los acusados debían ser juzgados según las leyes de los países en los cuales habían perpetrado los hechos delictivos. A tal fin, Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y la Unión Soviética finalmente se erigieron como jueces y moderadores en representación del resto de países perjudicados.

El pliego de cargos detalla las imputaciones contra los jerarcas nazis y fueron reunidas en tres grupos definidos sintéticamente de la siguiente manera:12

  1. Crímenes contra la paz: la dirección, preparación, desencadenamiento y desarrollo de una guerra de agresión o de una guerra en violación de los acuerdos internacionales.

  2. Crímenes de guerra: violación de las leyes y usos de guerra. En estas violaciones se incluyen «el asesinato, los malos tratos o la deportación para trabajos forzados, o cualquier otro fin, de poblaciones civiles de los territorios ocupados, el asesinato o malos tratos a prisioneros de guerra o náufragos, la ejecución de rehenes, el saqueo de bienes públicos o privados, la destrucción innecesaria de ciudades, o la devastación no justificada por exigencias militares».

  3. Crímenes contra la humanidad: el asesinato, el exterminio, la reducción a la esclavitud, la deportación y todos los demás actos inhumanos cometidos contra poblaciones civiles, antes o durante la guerra, o las persecuciones por motivos políticos, raciales o religiosos.

Además, a la hora de dictar las sentencias, se incluyó un cuarto delito, conspiración contra la paz.


Así, en los 13 procesos conjuntos englobados en los juicios fueron sometidos a procesamiento 611 figuras emblemáticas de diferentes esferas: jerarcas políticos y militares nazis, médicos, jueces, etc., de las casi 4.850 peticiones de procesamientos individuales que se habían elevado al tribunal.

En el primer juicio, el más emblemático por tratarse del enjuiciamiento de las altas jerarquías, fueron llevados al banquillo 24 líderes nazis. El 1 de octubre de 1946 se emitió el veredicto por el que fueron condenados a muerte a 12 acusados (Herman Goering- comandante en jefe de la Luftwaffe, Joachin Von Ribbentrop- ministro de Asuntos Exteriores, Wilhem Keitel- jefe del Alto Mando de la Wehrmacht, Ernst Kaltenbrunner, Alfred Rosenberg-autor del libro de su particular ideología nacionalsocialista racista El mito del siglo XX, Hans Frank, Wilhem Frick, Julius Streicher, FrirzSauckel, Alfred Jodl- jefe del Estado Mayor de la Wehrmacht, Arthur Seyss-Inquart y Martin Bormann-  secretario personal de Hitler desde 1942 (Condenado a muerte en rebeldía y declarado «legalmente muerto» en 1998), tres fueron condenados a cadena perpetua Rudolf Hess- secretario particular de Adolf Hitler  que, en misión secreta voló a Gran Bretaña y fue capturado en 1941 por los aliados ingleses, el ministro de economía Walther Funk y Erich Raeder) y cuatro recibieron sentencias de 10 a 20 años Karl Doenitz- gran almirante de la flota alemana y sucesor de Adolf Hitler tras su suicidio, Baldur von Schirach, Albert Speer- arquitecto y ministro de Armamentos. Fueron absueltos Hjalmar Schacht, presidente del Reichsbank, Franz von Papen-ministro y vicecanciller, Hans Fritzsche-ayudante de Joseph Goebels en el Ministerio de Propaganda y no recibieron condena Gustav Krupp por ser declarado no apto para ser juzgado-industrial que amasó su fortuna a costa del trabajo esclavo y Robert Ley se suicidó antes del juicio-jefe del Frente Alemán del Trabajo que organizaba y planificaba la explotación de este trabajo forzado.

Entre quienes habían muerto antes de poder ser juzgados estaban el propio Hitler, Joseph Goebbels-ministro de Propaganda, que se suicidó en el búnquer de Berlín, y Heinrich Himmler-Reichsführer o capitán general de las SS, inspirador y jefe general de todos los departamentos dependientes de las SS, que se suicidó tras ser capturado por una patrulla fronteriza inglesa. También había huidos, como Adolf Eichmann- oficial mediano de las SS, interviniente en el plan de concentración y deportación de los judíos capturados por el Estado, fue secuestrado posteriormente por los servicios secretos israelíes, juzgado en Jerusalén por un tribunal israelí, condenado a muerte y ejecutado en 1962, Martin Bormann-  secretario personal de Hitler desde 1942 (Condenado a muerte en rebeldía y declarado «legalmente muerto» en 1998) y Josef Mengele- oficial de las SS y médico en el campo de concentración de Auschwitz, al que se acusaba de experimentos inhumanos de extrema crueldad sobre los cuerpos de adultos y niños.

Existieron además una serie de juicios llevados a cabo con posterioridad al principal, donde se juzgaron a los funcionarios menores del Estado, Ejército, doctores e industriales alemanes.

  1. El «juicio de los doctores», seguido contra 23 médicos acusados de conspiración, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad, incluyendo casos de esterilización forzosa y masiva de enfermos, el asesinato de 300 000 enfermos, especialmente en hospitales psiquiátricos durante el programa de eutanasia Aktion T-4

  2. El juicio contra Erhard Milch, oficial alemán, acusado de graves crímenes en campos de concentración.

  3. El «juicio de los jueces», seguidos contra 16 abogados y jueces que establecieron el aparato jurídico nacionalsocialista. Fueron acusados y encontrados culpables de conspiración criminal, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad, entre los que se destaca la aplicación de las leyes de higiene racial y las leyes y decretos contra la población, por ejemplo someter por orden judicial a los enfermos a esterilización médica o condenar a prisión y a pena de muerte a judíos que tuvieron relaciones sexuales -probadas o no- con alemanes y condenar mediante orden judicial a miles de personas a confinamiento en los campos de concentración.

  4. El juicio Pohl, seguido contra la oficina Endlösung, encargada administrativa de los campos de concentración y exterminio. Su jefe era Oswald Pohl.

  5. El juicio Flick, seguido contra el industrial alemán Friedrich Flick, por la utilización de trabajo esclavo y crímenes contra la humanidad.

  6. El juicio a IG Farben, empresa química industrial alemana, que al igual que Flick y Krupp, usufructuó del trabajo esclavo.

  7. El «caso austral» o «juicio de los rehenes», en el cual se persiguió la responsabilidad del alto mando alemán por las masacres y graves violaciones a las leyes de la guerra durante la campaña de los Balcanes.

  8. El juicio RuSHA, seguido contra los promotores de la idea de pureza racial y del programa Lebensborn.

  9. El juicio a los Einsatzgruppen, seguida contra las brigadas de la muerte de las SS que practicaban el exterminio local de los judíos por medio de los Einsatzgruppen.

  10. El juicio Krupp, seguido contra los dirigentes del famoso grupo industrial, por su participación en la preparación de la guerra y la utilización de trabajo esclavo durante la guerra.

  11. El «Juicio de los Ministerios», seguido contra los dirigentes del Estado nazi por su participación en atrocidades cometidas tanto dentro de Alemania como en los territorios ocupados.

  12. El juicio del alto mando, seguido contra los generales del EjércitoArmada y de la Fuerza Aérea alemana, por la comisión de crímenes de guerra.


No sólo quedaron sin juzgar decenas de miles de nazis, sino que los grandes industriales alemanes que se enriquecieron a costa del masivo trabajo esclavo de judíos, gitanos, obreros deportados compulsivamente de los países ocupados, partisanos, homosexuales, que fueron obligados a trabajar hasta morir de agotamiento y enfermedad, gozaron de la más absoluta impunidad. Tal fue el caso, de la actual Bayer, en aquellos tiempos IG Farben, una de las mayores empresas del sector químico y farmacéutico que, sirviéndose del trabajo forzado, fabricó el gas Zyklon B que usaba el régimen nazi para aniquilar judíos en los campos de concentración. Los prisioneros de Auschwitz Monowitz eran brutalmente esclavizados para producir caucho para la IG Farben.

Tampoco fueron encarcelados los grandes banqueros que se enriquecieron gracias al nazismo, como sucedió con el Dresdner Bank que transfirió todos los bienes y riquezas de los judíos a manos de los burgueses ligados al régimen

En Francia, minoritariamente desde antes de la liberación, pero de manera generalizada después de agosto del año 1944, se desplegó un proceso popular de juzgamiento a los colaboracionistas, conocido como la “depuración”, que expresaba las profundas aspiraciones de las masas a que fueran condenados los cómplices de la ocupación alemana que sostuvieron el régimen colaboracionista de Vichy. Allí miles de funcionarios, miembros de grupos paramilitares que perseguían ferozmente a la resistencia, delatores, torturadores y comerciantes enriquecidos gracias a la especulación, fueron juzgados, condenados y ejecutados por tribunales obreros y populares espontáneos que surgían por todas partes buscando imponer justicia.

Para contener la radicalización de este proceso que amenazaba con volverse contra el conjunto de la burguesía francesa –cuya mayor parte había sido colaboracionista de los nazis-, De Gaulle promovió el “modelo Nüremberg” de juicios amañados donde fueron juzgados sólo unos pocos cientos mientras miles de genocidas fueron amnistiados en varias oleadas entre 1947 y 1953, y muchos de estos se integraron posteriormente a la función pública durante la Cuarta y la Quinta República. El propio Mariscal Pétain, presidente del gobierno de Vichy y personaje ampliamente repudiado por las masas francesas, fue dejado en libertad en el año 1951.

Lo mismo sucedió en Italia, donde la resistencia partisana ejecutó en el año 1945 entre 10 y 15 mil fascistas miembros de la República de Saló, entre ellos el propio Mussolini, linchado en la plaza Loreto durante la liberación de Milán. Este proceso de justicia popular, enormemente extendido debido a la existencia de una resistencia armada de masas contra la ocupación nazi, fue contenido desde arriba una vez que la burguesía italiana pudo, con ayuda de los aliados y del Partido Comunista –entregado a la política de “unidad nacional” de contención de la revolución-, reconstruir el Estado. De tal manera, como plantea Enzo Traverso, “en nombre de la continuidad del Estado –y gracias a la complicidad de las fuerzas de ocupación aliadas, que percibían cada vez más a la resistencia como una amenaza de subversión social y política- el gobierno italiano impidió toda investigación sobre las grandes empresas que habían apoyado al fascismo y se negó a entregar a los principales responsables de los crímenes perpetrados por el ejército fascista en Yugoslavia, Grecia y Albania.”

Muchos de estos criminales fascistas y nazis fueron ayudados por la Iglesia católica, que les facilitó la tarea de fugarse a distintos países sudamericanos a través del llamado “PASILLO  VATICANO” (Se estima que en la postguerra unos 60 mil criminales de guerra ingresaron a la Argentina mediante el pasillo vaticano. fue un programa creado en 1946 por el obispo austriaco Alois Hudal y el sacerdote croata Krunoslav Draganovic. Su objetivo principal era facilitar cartas de identidad falsas a nazis y ayudarles a evadirse desde Austria hacia Italia, donde se refugiaban en Roma, en la Vía Tomacelli, 132-134, que dirigía Draganovic. Una vez allí, embarcaban hacia Argentina, Perú, Chile o Brasil con pasaportes de Cruz Roja facilitados por el cardenal argentino Antonio Caggiano. Fruto de esta operación se evadieron Ante Pavelic, Klaus Barbie o Adolf Eichmann. Es decir la influencia de la diplomacia papal (Pio XII y el futuro Pablo VI) que consiguió pasaportes, visados, etc., como relata magistralmente Robert Katz en su libro La batalla de Roma. Los nazis, los aliados, los partisanos y el papa. Esta nefasta tarea de impunidad contó asimismo con el activo protagonismo del Partido Comunista Italiano, cuyo máximo dirigente, Palmiro Togliatti, siendo ministro de Justicia amnistió en el año 1946 a 219.481 genocidas, reduciéndole las condenas a unos 3 mil fascistas acusados de crímenes graves. Y esto, apenas un año después de la expulsión de los nazis a manos de las masas obreras y campesinas que habían conquistado con sus propias fuerzas la liberación de todo el norte italiano. Gracias a estas amnistías, una gran parte de los miembros de la elite dirigente y la burguesía italiana que habían sostenido el fascismo, se reincorporaron a su profesión e incluso a la función pública, reciclándose en el aparato represivo. De hecho, para el año 1960, 62 prefectos sobre un total de 64 habían sido funcionarios de alto rango bajo el régimen fascista.

El martes 20 de noviembre de 1945, los prisioneros de la cárcel de Nuremberg fueron despertados a las 7:30 de la mañana y conducidos hasta el Palacio de Justicia, donde cientos de soldados del ejército estadounidense bloqueaban los accesos y donde unos 250 periodistas, fotógrafos y corresponsales de prensa de todo el mundo se agolpaban para acceder al recinto. La sesión empezó a las 10:03 horas, una vez los acusados se sentaron en el banquillo y el secretario del tribunal, el coronel Charles Mays, gritase: ¡Atención, la Corte! Justo en ese momento, todo el mundo se levantó y los cuatro jueces entraron en la sala para proceder a abrir la sesión y leer los cargos a los acusados. Únicamente el abogado Otto Stahmer, en representación de toda la defensa, tuvo la oportunidad de hablar para ejercer su derecho de intentar invalidar el juicio. Para ello alegó el principio de "nullum crimen, nullum poena sine lege" (No hay delito ni hay pena sin ley), que preveía la imposibilidad de celebrar un proceso si los crímenes por los que se imputaba a los acusados no estaban tipificados como tales antes de cometerse, algo que los jueces rechazaron.

El miércoles 21 de noviembre, los líderes nacionalsocialistas comparecieron en la Sala del Tribunal para responder si se declaraban culpables o inocentes. Tras reafirmarse en su inocencia, el fiscal estadounidense Robert Jackson pronunció el discurso de apertura en el que afirmó que "la civilización no podría sobrevivir si el mundo tuviera que hacer frente a un nuevo conflicto de esta magnitud".

El carisma y la oratoria de Goering lo convirtieron en la estrella inesperada del juicio. El antiguo comandante en jefe de la Luftwafe asumió que iba a ser ejecutado y puso de manifiesto el conocimiento que tenía de todos los documentos de la acusación. Eso y su dominio del inglés acabó por desconcertar a la acusación. Contra todo pronóstico, el mariscal del aire reconoció con orgullo su responsabilidad en los hechos, alegando que todos sus actos fueron necesarios por el bien de Alemania, e incluso los justificó. Por su parte, el fiscal estadounidense se erigió como el principal rival de Goering, instaurándose entre ellos un auténtico duelo. En más de una ocasión, el mariscal hizo perder los papeles al fiscal en la sala.

Las primeras fases de los juicios fueron recibidas con alivio por los líderes alemanes ya que la acusación cometió algunos errores importantes, desde la equivocada interpretación del Memorándum Hossbach, mediante el que se señalaba a los responsables nacionalsocialistas de planear una guerra de agresión, a las pruebas fallidas respecto a la anexión de Austria, el Anschluss, en 1938, que fueron fácilmente refutadas por la defensa debido a la voluntad mostrada por los austríacos para la unificación.

Las discrepancias entre los rusos y el resto de fiscales sobre el modo de tratar la acusación sobre el Holocausto, provocó además que los fiscales norteamericano, británico y francés tuvieran que llevar la acusación de Crímenes contra la Humanidad por cuenta propia, sin esperar ningún apoyo por parte del fiscal ruso. Los soviéticos consideraban que las verdaderas víctimas de los alemanes habían sido ellos y no los judíos (el motivo principal era el profundo antisemitismo de Stalin y también que la estrategia rusa se basó en victimizar a su pueblo en detrimento de los judíos).

Concluidos los Juicios de Núremberg, las cuatro potencias representadas por Estados Unidos, Gran Bretaña, la Unión Soviética y Francia concedieron cuatro días a los acusados para presentar alegaciones. Aunque todo se trató de un puro formalismo ya que los Aliados habían pactado no conmutar ninguna pena de muerte, ni tampoco reducir los años de cárcel del resto de los acusados.

El principal legado de estos Tribunales Internacionales (Tokio y Núremberg) es la Corte Penal Internacional, establecida en Roma en 1998 y que cuenta como base fundante de sus reglas de procedimiento los Estatutos de los Tribunales de Núremberg, Tokio, ex Yugoslavia y Ruanda.

Fue de vital importancia, también, al redactarse:


Los genocidios “democráticos” que no fueron al banquillo

Los críticos de los juicios de Núremberg argumentan que los cargos contra los acusados solo fueron acusados como “crímenes” después de ser cometidos, y que por lo tanto el juicio fue nulo, considerado como una especie de “justicia del vencedor 

El Jefe de Justicia del Tribunal Supremo de los Estados Unidos, Harlan Fiske Stone, llamó a los Juicios de Núremberg un fraude. en octubre de 1945 contó al presidente de Estados UnidosHarry S. Truman, que los Aliados “Han hecho o están haciendo algunas de las mismas cosas por las que están procesando a los alemanes. Los franceses están violando de tal modo la Convención de Ginebra en el trato de los prisioneros de guerra que nuestro mando está tomando de nuevo los prisioneros que les envió. Estamos procesando saqueos, y nuestros Aliados los están practicando.”

El asociado al Tribunal Superior de Justicia William O. Douglas declaró que los Aliados eran culpables de “sustitución de poder por principio” en Núremberg. “Pensé en su momento y sigo pensando que los Juicios de Núremberg no tenían principio”, escribió. “La ley fue creada ex post facto para adaptarse a las pasión y al clamor de la época.” (Como la definición de lo que constituía un crimen contra la humanidad era desconocido cuando la mayoría de los crímenes se cometieron, se puede argumentar que es una ley retrospectiva, en violación de los principios de ex post facto y del principio general de la ley penal nullum crimen, , nulla poena sine praevia lege poenali – ningún delito, ninguna pena sin ley previa). ​El jefe adjunto estadounidense del Consejo, Abraham Pomerantz, dimitió en protesta al bajo calibre de los jueces asignados a para juzgar a los criminales de guerra industriales como los IG Farben. ​Muchos alemanes que estaban de acuerdo con la idea de castigar los crímenes de guerra, admitieron su inquietud acerca de los juicios.

La validez del tribunal ha sido cuestionada por una variedad de razones, a saber:

-A los acusados no les estaba permitido apelar o intervenir en la selección de jueces. 

-El Tribunal estuvo de acuerdo en eximir al mando soviético de acudir a los juicios como criminales de guerra, con objeto de ocultar los crímenes de guerra contra civiles cometidos por su ejército, y que incluían el reparto de Polonia en 1939 y el ataque a Finlandia tres meses después. 

-Los juicios se llevaron a cabo bajo sus propias "reglas de evidencia". La Carta del Tribunal Militar Internacional permitió el uso de “evidencias” normalmente inadmisibles. El artículo 19 especificaba que:

-El fiscal en jefe soviético presentó documentación falsa en un intento de acusar a los imputados del asesinato de miles de oficiales polacos en el bosque de Katyn, los otros fiscales Aliados se negaron a apoyar la acusación.​ En 1990, el gobierno soviético reconoció que la masacre había sido llevada a cabo, pero no por alemanes, sino por la policía secreta soviética.

-En una editorial del periódico semanal británico The Economist, se criticó la hipocresía de Gran Bretaña y Francia por apoyar la expulsión de la URSS de la Sociedad de Naciones en 1939 por su ataque no provocado a Finlandia y seis años después cooperar con la URSS con respeto de igualdad en Núremberg. También criticaba a los Aliados por su doble rasero en los Juicios de Núremberg:“entre los crímenes de lesa humanidad se encuentra la infracción de bombardeo indiscriminado sobre la población civil. ¿Pueden los estadounidenses, que lanzaron la bomba atómica, y los británicos, que destruyeron las ciudades del oeste de Alemania, declararse inocentes de este cargo? Los crímenes contra la humanidad también incluyen la expulsión masiva de poblaciones. ¿Pueden los líderes anglosajones, que en Potsdam provocaron la expulsión de millones de alemanes de sus hogares, sostener que ellos mismos son completamente inocentes…? Las naciones sentadas en el jurado se proclaman claramente exentas de la ley que han administrado.” 

Una de las grandes falacias que logró instalar el triunfalismo ideológico liberal a la salida de la guerra es que esta fue un enfrentamiento entre la democracia y el fascismo, donde las potencias “democráticas” habrían cumplido un rol progresivo en su lucha contra el fascismo, defendiendo los valores de la libertad y la democracia. Este relato no sólo oculta los verdaderos objetivos de reparto del mundo que llevaron a los distintos imperialismos a la guerra entre sí –cuestión que ha sido abordada por Andrea Robles y Gabriela Liszt en los ensayos introductorios al tomo I del libro Guerra y Revolución. Una interpretación alternativa de la Segunda Guerra Mundial(4)-, sino también los propios genocidios perpetrados por las potencias occidentales “democráticas”, tales como las masacres a la población civil de Dresden, Hiroshima y Nagasaki. En Dresden, Alemania, se estima que en febrero de 1945 más de 500 mil personas murieron por efecto de las más de 700 mil bombas de fósforo lanzadas por los aviones ingleses sobre una población total de 1 millón de personas. Como han reiterado numerosos historiadores y analistas, Dresden no poseía interés militar alguno, ya que era una ciudad utilizada como centro de refugiados, y su bombardeo fue realizado bajo el estricto objetivo de hacer una demostración de fuerza por parte de Inglaterra que reclamaba un papel importante en el orden de post-guerra. Lo mismo sucedió con los bombardeos perpetrados por Estados Unidos en Hiroshima y Nagasaki, que fueron realizados cuando la victoria en la guerra ya estaba asegurada con el único fin de demostrar quién era el nuevo amo del mundo –demostración que estaba dirigida centralmente a la Unión Soviética, siendo realizados los bombardeos precisamente un día antes del inicio de la conferencia de Potsdam en que los imperialismos se dividieron las zonas de influencia del mundo con la URSS-. Se estima que entre ambas ciudades murieron en total cerca de 500 mil personas. ¿Fueron juzgados los militares y funcionarios norteamericanos e ingleses por cometer estos genocidios? Muy por el contrario, pasaron a erigirse en los supuestos defensores de la democracia internacional.


VENGANZA: Lejos de estar destinados a encarcelar a todos los responsables del genocidio nazi, los juicios fueron una enorme puesta en escena donde los vencedores buscaron legitimarse como los nuevos amos del mundo que reivindicaban su derecho a imponer el orden de la postguerra. Sugestivamente, el estatuto de este Tribunal Militar Internacional, que introdujo la noción jurídica de “crimen contra la humanidad” (“Asesinato, exterminio, esclavitud, deportación y otros actos inhumanos cometidos contra cualquier población civil, antes o durante la guerra; o persecución por razones políticas, raciales o religiosas en ejecución de o en conexión con cualquier crimen dentro de la jurisdicción del Tribunal, ya sea que violen o no las leyes nacionales del país donde son perpetrados”), había sido hecho público en agosto de 1945, simultáneo al brutal bombardeo en Hiroshima y Nagasaki por parte de Estados Unidos que masacró a cientos de miles de japoneses; cuestión que llevó a Hannah Arendt a denunciar que el juzgamiento de unos cuantos criminales nazis obedecía a una política de prudencia por parte de las potencias occidentales, evitando “el caso de crímenes a propósito de los cuales se habría podido invocar el tu quoque” (tu también).


El psiquiatra Leon Goldensohn recibió una misión: entrevistar a los acusados y analizar su salud mental. Durante siete meses se ganó su confianza y asistió a justificaciones aberrantes y declaraciones de inocencia. Un retrato psicológico de la barbarie. El psiquiatra se encontraba en una situación peculiar: como estadounidense, no podía esperar la confianza de sus entrevistados, criminales en pleno proceso judicial. Pero él se las apañó para aparecer como un médico que les daba la oportunidad de hablar y de explicar lo que necesitasen. Con el tiempo, casi todos fueron accediendo, seducidos por la profesionalidad del médico y su aparente falta de hostilidad.

«¿Cómo es que se mata a un niño judío de seis meses por considerarle un enemigo?», preguntó Goldensohn a Otto Ohlendorf, el teniente general de las SS, quien contestó: «Es necesario ver al adulto que hay en él».





«Karl Dönitz, el comandante en jefe de la Marina alemana desde 1943, hace comentarios sobre su persona de un estilo evasivo -escribió Goldensohn-, no creo que tenga alguna noción de lo que sucede en el mundo. Es un hombre agudo, para nada tonto, pero su mente parece bloquear todo lo que se dice en el juicio sobre las atrocidades y matanza de millones de judíos. También rechaza los comentarios sobre la actitud barbárica de las SS y el modus operandi criminal del partido nazi. Se ve a sí mismo como inocente de cualquier crimen.» 

Según la mayoría, la situación se resume del siguiente modo: Alemania había sido humillada y estaba económicamente devastada por el Tratado de Versalles, era una nación que luchaba por su existencia. Hitler, visto como un genio visionario, les ofreció esperanza y redención. Pero fue desviado de sus ‘nobles fines’ por hombres malvados como Martin Bormann, Heinrich Himmler y Josef Goebbels, todos ellos ausentes en el juicio. Fue por esa influencia, y en secreto, cómo se llevó a cabo la Solución Final.

 «Hitler era un hombre anormal en sus necesidades sexuales -le comentó el abogado personal del Fürher, Hans Frank-. Necesitaba muy poco al sexo opuesto».

 Hermann Göring, el número dos de Hitler, le llegó a explicar que el antisemitismo fue «irrelevante y accidental» dentro del nazismo, algo «impuesto por unos fanáticos raciales que querían hacerse con el poder». Göring aceptó sentirse culpable por cualquier ‘exceso’ que se hubiera producido en el Gobierno, pero se negó a calificarlos de atrocidades.

Para Julius Streicher, el editor de Der Sturmer, la publicación antisemita más virulenta de la Alemania nazi, los «excesos de los fanáticos no estuvieron bien. Pero tampoco es cuestión de transformar a los judíos en mártires». Streicher agregó que el número de muertos «no fue más que de 4,5 millones» [entonces se hablaba de cinco millones, pero décadas más tarde se acordó que la cifra real era de seis], y aprovechó para quejarse de que «debido al exterminio de estos judíos, el antisemitismo ha perdido terreno. Ha retrocedido mucho en ciertos países donde había hecho grandes progresos». Según Streicher, lo mejor hubiera sido crear un Estado judío en «Madagascar, Palestina o en cualquier parte». 

Göring, se animan a hacer especulaciones: «Si Alemania hubiese luchado contra cada uno de los países y no con el grupo de aliados juntos, todos los que están hoy en Núremberg estarían diciendo ‘Heil Hitler’ y no serían tan críticos. Si Alemania hubiera ganado, Europa sería hoy una confederación de Estados bajo nuestro liderazgo».

Oswald Pohl, quien manejaba el sistema de los campos de concentración, se esforzó por explicar cómo uno puede administrar un sistema sin ser responsable de lo que ocurría dentro de éste. «No tuve nada que ver con la matanza de los cinco millones de judíos -le dijo-. Que haya estado a cargo de los campos de concentración en Alemania desde 1942 no tiene nada que ver.» 


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