Matriarcado, historia del feminismo, sus orígenes y problemática actual. Cap. 32,33 y 34
HISTORIA DEL MOVIMIENTO FEMINISTA
Feminismo: (RAE)
1. m. Principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre.
2. m. Movimiento que lucha por la realización efectiva en todos los órdenes del feminismo
WIKIPEDIA: Movimiento político y social, una teoría política y una perspectiva filosófica que, según la RAE, postula el «principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre».
ONU: El feminismo en principio lucha por la equidad de género y por el reconocimiento de las mujeres como personas físicas y sujetos de derecho. Ningún ser humano debe ser privado de bien o derecho alguno a causa de su sexo y busca conseguir que las mujeres tengan iguales libertades que los hombres, además de eliminar la violencia contra la mujer que en su mayoría es ejercida por hombres.
El feminismo centra su análisis en el rol del patriarcado en estructurar las relaciones desiguales de poder entre varones y mujeres. El feminismo realiza una crítica de la visión androcéntrica de la sociedad, a la que busca transformar para conseguir sus objetivos de una sociedad más justa e igualitaria.
Como movimiento social ha buscado promover los derechos de las mujeres, incluyendo derechos civiles y políticos como votar y ocupar cargos públicos; derechos económicos como recibir igual remuneración por igual tarea, ejercer las potestades propias del derecho privado, tales como suscribir contratos, derechos sociales como recibir una educación, ejercer sus derechos reproductivos y proteger a otras mujeres de diferentes formas de violencia como el abuso, el acoso sexual y la violencia doméstica. El feminismo además ha jugado un rol importante en denunciar y cambiar los estereotipos de género.
Como movimiento social formado por grupos organizados, el feminismo se ha desarrollado históricamente en una sucesión de etapas o fases, a las se ha denominado «olas». En cada fase u «ola» se han desarrollado ideas y conceptos, teorías, estrategias, acciones y corrientes muy diversas, por lo que se utiliza, en algunos casos la noción de «feminismos» para denotar esa diversidad. Como movimiento de transformación de la sociedad, tiene una vocación de influencia sobre la forma en la que se conceptualiza la realidad y en el discurso científico.
Pactos entre mujeres por Luisa Posada Kubissa: El sesgo patriarcal y, por tanto, parcial (o no-universal) que la historia de nuestra cultura manifiesta permite afirmar, desde las investigaciones feministas más actuales, que "la posición de la mujer "sabia" en la sociedad primitiva hasta la imposición de la cultura civilizada (30,000 - 5,000 a. C.)" es la historia de la progresiva pérdida de cualquier mínimo poder femenino y la sustitución de la "humanidad" por la "masculinidad"
0-Feminismo premoderno
Es posible rastrear signos de esta polémica en los mismos principios de nuestro pasado clásico. La Ilustración sofística produjo el pensamiento de la igualdad entre los sexos, aunque ha sobrevivido mucho mejor la reacción patriarcal que generó: "las chanzas bifrontes de Aristófanes, la Política de Aristóteles, la recogida de Platón". La historia occidental fue tejiendo minuciosamente desde la religión, la ley y la ciencia el discurso y la práctica que afirmaba la inferioridad de la mujer respecto al varón. Discurso que parecía dividir en dos la especie humana: dos cuerpos, dos razones, dos morales, dos leyes.
El Renacimiento trajo consigo un nuevo paradigma humano, el de autonomía, pero no se extendió a las mujeres. Sin embargo, el culto renacentista a la gracia, la belleza, el ingenio y la inteligencia sí tuvo alguna consecuencia para las mujeres. La importancia de la educación generó numerosos tratados pedagógicos y abrió un debate sobre la naturaleza y deberes de los sexos. Un importante precedente y un hito en la polémica feminista había sido la obra de Christine de Pisan, La ciudad de las damas (1405) donde ataca el discurso de la inferioridad de las mujeres y ofrece una alternativa a su situación.
Guillermine de Bohemia, a fines del siglo XIII, afirmaba que la redención de Cristo no había alcanzado a la mujer, y que Eva aún no había sido salvada. Creó una iglesia de mujeres a la que acudían tanto mujeres del pueblo como burguesas y aristócratas. La secta fue denunciada por la inquisición a comienzos del siglo XIV.
La Reforma protestante (1517-1648) significó la posibilidad de un cambio en el estado de la polémica. Al afirmar la primacía de la conciencia, abría de par en par las puertas al interrogante femenino: ¿por qué nosotras no? Paradójicamente el protestantismo acabó reforzando la autoridad patriarcal, se dice que como un sustituto para la debilitada autoridad del sacerdote y del rey.
En Inglaterra, la pujanza del movimiento puritano, ya a mediados del siglo XVII, dio lugar a algunas sectas que, como los cuáqueros, desafiaron claramente la prohibición del apóstol Pablo. Estas sectas incluyeron a las mujeres como predicadoras y admitían que el espíritu pudiese expresarse a través de ellas. Los espíritus tenían poca consideración por el patriarcado terrenal; sólo reconocían el poder de Dios". Entonces se las acusó de pactar con el demonio. Las frecuentes acusaciones de brujería contra las mujeres individualistas a lo largo de estos siglos, y su consiguiente quema, fue el justo contrapeso "divino" a quienes desafiaban el poder patriarcal.
En la Francia del siglo XVII, los salones comenzaban su andadura como espacio público capaz de generar nuevas normas y valores sociales. En los salones, las mujeres tenían una notable presencia y protagonizaron el movimiento literario y social conocido como preciosismo. Las preciosas, declaran preferir la aristocracia del espíritu a la de la sangre, revitalizaron la lengua francesa e impusieron nuevos estilos amorosos; establecieron pues sus normativas en un terreno en el que las mujeres rara vez habían decidido. La aportación de los salones del XVII al feminismo radica en que "gracias a ellos la 'querella féministe' deja de ser coto privado de teólogos y moralistas y pasa a ser un tema de opinión pública". La reacción bien simbolizada en obras tan espeluznantemente misóginas como Las mujeres sabias de Molière (mujeres estupidas que fingen entender de lo que no saben xqq son tontas o desesperadas por casarse) y La culta latiniparla de Quevedo que como tiende a concentrar en la mujer «el desengaño máximo» convirtiéndola casi en emblema de la corrupción y de la desconfianza.
Si estas tienen formación serían «hembrilatina, suerte de marimacho que solo es hembra a medias por tener ínfulas de erudita».Quevedo censura que estas mujeres exageren una moda culterana que Góngora había lanzado y que a él no le eran simpáticos.
1-La primera ola. El feminismo ilustrado y la Revolución Francesa
Diversas autoras señalan la obra de Poulain de la Barre “Sobre la igualdad de los sexos y publicado en 1673” (en pleno auge del movimiento de preciosas) como la primera obra feminista que se centra explícitamente en fundamentar la demanda de igualdad sexual. La comparación entre el hombre y la mujer abandona el centro del debate, y se hace posible una reflexión sobre la igualdad.
El feminismo tiene su nacimiento en la Ilustración (Las ideas desarrolladas durante esta época estuvieron enfocadas en conceptos como la búsqueda de la felicidad, la soberanía de la razón, y la evidencia de los sentidos como fuentes primarias del aprendizaje. Entre las ideas que tuvieron su origen durante la Ilustración se incluyen tales como la libertad, la igualdad, el progreso, la tolerancia, la fraternidad, el gobierno constitucional y la separación Iglesia-Estado) porque como resultado de la polémica ilustrada sobre la igualdad y diferencia entre los sexos, nace un nuevo discurso crítico que utiliza las categorías universales de su filosofía política, pero de ello no cabe deducir que la Ilustración sea feminista. Celia Amorós (es una filósofa, escritora y ensayista española, teórica del feminismo) mantiene que el feminismo sólo puede articularse teóricamente a partir de premisas ilustradas: libertad, igualdad y con los mismos derechos.
La Revolución Francesa (1789) En la Revolución Francesa veremos aparecer no sólo el fuerte protagonismo de las mujeres en los sucesos revolucionarios, sino la aparición de las más contundentes demandas de igualdad sexual. La revolución planteó como objetivo central la consecución de la igualdad jurídica y de las libertades y derechos políticos, pero pronto surgió la gran contradicción que marcó la lucha del primer feminismo: las libertades, los derechos y la igualdad jurídica que habían sido las grandes conquistas de las revoluciones liberales no afectaron a la mujer. Entonces la voz de las mujeres empezó a expresarse de manera colectiva. Las mujeres se autodenominaron "el tercer Estado del tercer Estado" y mostraron su clara conciencia de colectivo oprimido y del carácter "interestamental" de su opresión. Pronto se formaron clubes de mujeres, en los que plasmaron efectivamente su voluntad de participación. Uno de los más importantes y radicales fue el dirigido por Claire Le-combe y Pauline Léon: la Société Républicaine Révolutionnaire.
Entre los ilustrados franceses que elaboraron el programa ideológico de la revolución destaca la figura de Condorcet, quien en su obra Bosquejo de una tabla histórica de los progresos del Espíritu Humano (1743) reclamó el reconocimiento del papel social de la mujer y pidió que se educase igualmente a las mujeres y los varones. FUE DESESTIMADA.
Seguramente uno de los momentos más lúcidos en la paulatina toma de conciencia feminista de las mujeres está en la “Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana”, en 1791 de Olympe de Gouges, una mujer del pueblo y de tendencias políticas moderadas, que dedicó la declaración a la reina María Antonieta, con quien finalmente compartiría un mismo destino bajo la guillotina. Por lo visto se lo echó en cara a Robespierre.
Mary Wollstonecraft (Inglaterra) escribe la obra “Vindicación de los
Derechos de la Mujer” (1792) en la que hace un alegato contra la exclusión de las mujeres del campo de bienes y derechos. Esta obra se convierte en el primer clásico del feminismo en sentido estricto. Para Wollstonecraft, la clave para superar la subordinación femenina era el acceso a la educación. Las mujeres educadas podrían además desarrollar su independencia económica accediendo a actividades remuneradas. Sin embargo, Wollstonecraft no dio importancia a las reivindicaciones políticas y no hizo referencia al derecho de voto femenino. La Vindicación solamente logró traspasar sus ideas a pequeños círculos
intelectuales.
El Código Civil napoleónico (1804), que recogió los avances sociales de la revolución, negó a las mujeres los derechos civiles reconocidos para los hombres e impuso leyes discriminatorias como definir al hogar ámbito exclusivo de las mujeres. Se instituyó un derecho civil homogéneo en el cual las mujeres eran consideradas menores de edad; esto es, hijas o madres en poder de sus padres, esposos e incluso hijos. Se fijaron delitos específicos como el adulterio o el aborto. Se excluía a las mujeres de los tramos educativos medios y superiores.
Aunque en la Revolución Francesa las mujeres tomaron clara conciencia de colectivo oprimido, ésta supuso una derrota para el feminismo y las mujeres que tuvieron relevancia en la participación política compartieron el mismo final: la guillotina o el exilio. La República no estaba dispuesta a reconocer otra función a las mujeres que la que no fuera de madres y esposas (de los ciudadanos).
De esta manera, sin ciudadanía y fuera del sistema normal educativo, las mujeres
quedaron fuera del ámbito de los derechos y bienes liberales.
Por ello, los objetivos principales del sufragismo fueron el logro del voto y la entrada en las instituciones de alta educación.
2-La segunda ola. El feminismo liberal sufragista
En el siglo XIX, el siglo de los grandes movimientos sociales emancipatorios, el feminismo aparece, por primera vez, como un movimiento social de carácter internacional, con una identidad autónoma teórica y organizativa. Además, ocupará un lugar importante en el seno de los otros grandes movimientos sociales, los diferentes socialismos y el anarquismo (surgieron para dar respuesta a los acuciantes problemas que estaban generando la revolución industrial y el capitalismo).
La misoginia romántica
Las conceptualizaciones de Rousseau que tenían como fin reargumentar la exclusión tomaron fuerza y fueron filósofos como Hegel, Schopenhauer, Kierkegaard y Nietzche los que lideraron esta filosofía misógina.
El primero en abordar la reconceptualización de los sexos fue Hegel, que en la
Fenomenología del Espíritu explicó que el destino de las mujeres era la familia y el de los varones el Estado y además éste no podía contradecirse.
Schopenhauer añadió que el sexo masculino encarna el espíritu, el sexo femenino encarna la Naturaleza y que la continuidad en la naturaleza es la
característica fundamental. Esto quiere decir, lo femenino es una estrategia de la naturaleza para producir ser.
La misoginia romántica se utilizó contra la segunda ola del feminismo, el sufragismo.
El sufragismo
El capitalismo alteró las relaciones entre los sexos. El nuevo sistema económico incorporó masivamente a las mujeres proletarias al trabajo industrial (más baratas y su misas que los varones), pero, en la burguesía se dio el fenómeno contrario. Las mujeres quedaron enclaustradas en un hogar que era, cada vez más, símbolo del status y éxito laboral del varón (propiedad legal de sus maridos o solteronas pobres).
En este contexto, las mujeres comenzaron a organizarse en torno a la reivindicación del derecho al sufragio
En Estados Unidos, a finales del siglo XVIII las mujeres lucharon por la independencia de su país junto a los hombres y posteriormente se unieron a la causa de los esclavos (abolicionista) no sólo aprendieron a organizarse, sino a observar las similitudes de su situación con la de esclavitud. Cada vez en mayor medida las mujeres empezaron a ocuparse de cuestiones políticas y sociales. En el Congreso Antiesclavista Mundial celebrado en Londres en 1840, el Congreso rehusó reconocer como delegadas a cuatro mujeres y en 1848 se aprobó la Declaración de Séneca Falls, uno de los textos básicos del sufragismo americano. La declaración consta de doce decisiones e incluye dos grandes apartados: de un lado, las exigencias para alcanzar la ciudadanía civil para las mujeres y de otro los principios que deben modificar las costumbres y la moral. Siempre apelando a la ley natural, la razón y al sentido común.
El sufragismo tenía dos objetivos: el derecho al voto y los derechos educativos y ambos marcharon a la par apoyándose mutuamente. El costoso acceso a la educación tenía relación directa con los derechos políticos ya que a medida que la formación de algunas mujeres avanzaba, se hacía más difícil negar el derecho al voto.
El movimiento sufragista era de carácter interclasista ya que consideraban que todas las mujeres sufrían, independientemente de su clase social, discriminaciones semejantes.
El movimiento sufragista en Inglaterra surgió en 1851 e intentaron seguir procedimientos democráticos en la consecución de sus objetivos durante casi cuarenta años. Las sufragistas inglesas consiguieron tener como aliado a John Stuart Mill (filósofo, político y economista británico, representante de la escuela económica clásica y teórico del utilitarismo), que en 1866 presentó la primera petición a favor del voto femenino en el Parlamento y fue una referencia para pensar la ciudadanía no excluyente.
Mill sitúa en el centro del debate feminista la consecución del derecho de voto para la mujer: la solución de la cuestión femenina pasaba por la eliminación de toda traba legislativa discriminatoria. Una vez suprimida estas restricciones, las mujeres superarían su subordinación y lograrían su emancipación.
En 1903, las sufragistas cambiaron de estrategia y pasaron a la lucha directa.
Interrumpieron los discursos de los ministros, fueron encarceladas, recurrieron a la
huelga de hambre y realizaron actos terroristas contra diversos edificios públicos.
Con el estallido de la Primera Guerra Mundial, los varones fueron llevados al frente y las mujeres sostuvieron la economía fabril, la industria bélica y gran parte de la
administración pública. En tales circunstancias, nadie pudo oponerse a las demandas de las sufragistas, el Rey Jorge V amnistió a todas ellas y en 1917 fue aprobada la ley de sufragio femenino.
1918. Las mujeres del Reino Unido pueden votar por primera vez. El sufragio se limita a las mayores de 30 años, que deben satisfacer determinados requisitos de propiedad. Diez años más tarde.
1928. el sufragio femenino se extiende a todas las mujeres mayores de 21 años, en pie de igualdad con los hombres.
Hacia los años 30 la mayoría de las naciones desarrolladas habían reconocido el
derecho al voto femenino, salvo Suiza, que no lo aceptó hasta 1970. El objetivo
principal de las sufragistas se había logrado y el feminismo pareció entrar en fase de recesión.
Las feministas de esta primera época plantearon también el derecho al libre acceso a los estudios superiores y a todas las profesiones, la igualdad de derechos civiles, compartir la patria potestad de los hijos, denunciaban que el marido fuera el administrador de los bienes conyugales, pedían igual salario para igual trabajo. Todos estos objetivos se centraron en el derecho al voto, que parecía la llave para conseguir los demás. Las feministas del siglo XIX y principios del XX pusieron énfasis en los aspectos igualitarios y en el respeto a los valores democráticos. Era un movimiento basado en los principios liberales.
El Feminismo socialista y marxista
Tal vez la aportación más específica del socialismo utópico resida en la gran importancia que concedían a la transformación de la institución familiar. Condenaban la doble moral y considera-ban el celibato y el matrimonio indisoluble como instituciones represoras y causa de injusticia e infelicidad.
A mediados del siglo XIX comenzó a imponerse en el movimiento obrero el socialismo de inspiración marxista. El marxismo abordó la “cuestión femenina” y ofreció una explicación a la opresión de las mujeres: el origen de su subordinación no estaría en causas biológicas, sino sociales. En consecuencia, su emancipación vendría por su independencia económica.
Además, el socialismo insistía en las diferencias que separaban a las mujeres de las distintas clases sociales y así, aunque apoyaban las demandas de las sufragistas, también las acusaban de olvidar la situación de las proletarias.
Por otro lado, a las mujeres socialistas eran conscientes de que para la dirección del partido la “cuestión femenina” no era central ni prioritaria y que había dirigentes socialistas que no estaban de acuerdo.
Movimiento anarquista
El anarquismo no articuló con tanta precisión teórica como el socialismo la problemática de la igualdad entre los sexos, e incluso cabe destacar que un anarquista de la talla de Pierre J. Proudhom (1809—1865) mantuvo tranquilamente posturas anti-igualitarias extremas. Estas son sus palabras “Por mi parte, puedo decir que, cuanto más pienso en ello, menos me explico el destino de la mujer fuera de la familia y el hogar. Cortesana o ama de llaves (ama de llaves, digo, y no criada); yo no veo término medio”.
El anarquismo como movimiento social contó con numerosas mujeres que contribuyeron a la lucha por la igualdad. Una de las ideas más recurrentes entre las anarquistas en consonancia con su individualismo— era la de que las mujeres se liberarían gracias a su "propia fuerza" y esfuerzo individual. Así lo expresó, ya entrado el siglo XX, Emma Goldman (1869—1940), para quien poco vale el acceso al trabajo asalariado si las mujeres no son capaces de vencer todo el peso de la ideología tradicional en su interior. Así, el énfasis puesto en vivir de acuerdo con las propias convicciones propició auténticas revoluciones en la vida cotidiana de mujeres que, orgullosas, se autodesignaban "mujeres libres". Consideraban que la libertad era el principio rector de todo y que las relaciones entre los sexos han de ser absolutamente libres. Su rebelión contra la jerarquización, la autoridad y el Estado, las llevaba, por un lado y frente a las sufragistas, a minimizar la importancia del voto y las reformas institucionales; por otro, veían como un peligro enorme lo que a su juicio proponían los comunistas: la regulación por parte del Estado de la procreación, la educación y el cuidado de los niños.
La Mística de la feminidad
"La mística de la feminidad" es la reacción patriarcal contra el sufragismo y la incorporación de las mujeres a la esfera pública durante la Segunda Guerra Mundial, que identifica mujer con madre y esposa, con lo que cercena toda posibilidad de realización personal y culpabiliza a todas aquellas que no son felices viviendo solamente para los demás.
Tras la Segunda Guerra Mundial, los gobiernos y los medios de comunicación de
masas se comprometieron en un doble objetivo: alejar a las mujeres de los empleos obtenidos durante el periodo bélico devolviéndolas al hogar y diversificar la producción. Las mujeres debían encontrar en el papel de ama de casa un destino confortable y no salir a competir al mercado laboral. Pero la mística de la feminidad estaba produciendo graves trastornos en la población femenina sobre la que se ejercía (ansiedad, depresión, alcoholismo).
Inmediatamente antes de esta maniobra, se había producido una obra fundamental
para el feminismo, El segundo sexo de Simone de Beauvoir (1949): La obra de
Beauvoir no se sabe si considerarla un colofón del sufragismo o la apertura a la
tercera ola del feminismo. Simone de Beauvoir analiza a las mujeres como el otro, el sexo femenino es la otra cara del espejo de la evolución del mundo masculino y aporta un análisis no biologicista al afirmar “no se nace mujer, se llega a serlo”. La libertad es la idea central de esta obra que, sin embargo, cayó en el vacío pues se produjo en el mismo momento en que la mística de la feminidad se estaba forjando.
La publicación del libro de Betty Friedan, La Mística de la feminidad, que apareció en Norteamérica en 1963 era una descripción del modelo femenino avalado por la política de los tiempos postbélicos. El mensaje central de Betty Friedan fue que “algo” estaba pasando entre las mujeres norteamericanas, ella lo denominó “el problema que no tiene nombre”: las mujeres experimentaban una sensación de vacío al saberse definidas no por lo que se es, sino por las funciones que se ejercen (esposa, madre, ama de casa…). Las mujeres fueron atrapadas por la “mística de la feminidad” y para romper esta trampa y lograr su propia autonomía, deberían incorporarse al mundo del trabajo.
En 1966, Betty Friedan pasó a la acción y creó la Organización Nacional de Mujeres(NOW), llegando a ser la organización feminista más influyente y sin duda Friedan la máxima representante del feminismo liberal. Esta organización consideraba que si las mujeres ejercían los derechos adquiridos, los ampliaban y se incorporaban activamente a la vida pública, laboral y política, sus problemas tendrían solución. Aceptando este planteamiento, muchas mujeres centraron sus esfuerzos en desarrollar una vida profesional compatible con sus funciones dentro de la familia.
PRIMERA OLA DEL FEMINISMO EN ESPAÑA: La etapa del sufragismo (Finales siglo XIX y principios del siglo XX)da comienzode forma más tardía que en el resto de Europa.
En la España de mediados del siglo XIX, al contrario que en la mayoría de países europeos desarrollados, aun no existía ni una polémica real sobre cuestiones feministas. La reciente, débil y disgregada industrialización, la escasa fuerza de la Ilustración, el conservadurismo católico y la estructura e intereses sociopolíticos explican, los serios problemas que tuvo que afrontar el feminismo en la sociedad española de la época.
Esto condicionará no solo el retraso del reconocimiento de los derechos de las mujeres, sino también el establecimiento de las más elementales libertades de amplios sectores de la población, que deberán esperar, en muchos casos, la llegada de la República para tener ciudadanía de pleno derecho.
Las opiniones de la época: la inferioridad biológica de las mujeres y aquellos que creían que no era conveniente que desarrollasen tareas que exigieran “profundidad y constancia”, el único oficio para el queestaban realmente preparadas eran el de esposas y madres. Se considera al feminismo como factor opuesto a la tradición, llegando a ser considerado como una herejía, desatada por los enemigos de la fe y de España, con el objetivo de destruir la vida familiar y social. Pocas mujeres escapan y las que lo hicieron sirvieron de precedente. El feminismo en esta primera etapa siempre estuvo centrado en reivindicaciones de tipo social como el derecho a la educación o al trabajo y la revalorización de la figura de madre y esposa, más que en demandas de igualdad política. Nunca adoptó la acción directa y violenta como estrategia de combate ni alcanzó un grado destacado de militancia.
Dolors Monserdà (1845‐1919) defendió los derechos de la mujer desde una perspectiva nacionalista catalana y profundamente católica.
Teresa Claramunt (1862‐1931), obrera textil y militante anarcosindicalista reivindicó el papel de la madre como transmisora de valores
María de Echarri (1878‐1955), promovió algunas medidas de mejora laboral para las obreras. Entre las que destaca la “Ley de la Silla” de 1912, por la cual se debía proporcionar una silla a las mujeres que trabajan en la industria o el comercio.
Concepción Arenal (1820‐1893), la cual tuvo que vestirse de hombre para poder acceder como oyente a la Universidad de Derecho en Madrid, cuando la educación universitaria estaba vetada a las mujeres. Escribió gran cantidad de obras a través de las que criticó duramente la sociedad de aquella época y el rol que se le otorgaba a la mujer de madre y esposa con sus consiguientes dificultades para acceder a los estudios.
Emilia Pardo Bazán (1851‐1921), escritora feminista denunció y criticó duramente la desigualdad educativa vigente entre hombres y mujeres, y el sexismo en los círculos intelectuales. Fundó y dirigió la publicación La Biblioteca de la Mujer, y aunque fue rechazada tres veces para formar parte de la Real Academia Española de la Lengua, sí logró ser la primera mujer que ocupaba una cátedra de literatura neolatina en la Universidad Central de Madrid.
A partir de los años 20, el feminismo español comenzó a demandar el sufragio femenino. En 1918 en Madrid se crea la Asociación Nacional de Mujeres Españolas (ANME), formada por mujeres de clase media, universitarias y esposas de profesionales, sus dirigentes Maria Espinosa, Benita Asas Manterola, Clara Campoamor o Victoria Kent reivindicaban el sufragio femenino. El sufragio femenino en España fue aprobado en octubre de 1931 por votación en las Cortes Constituyentes, en el marco de las reformas políticas realizadas al principio de la Segunda República (1931 – 1936). La República promovía principios democráticos y ello obligó a las élites políticas a conceder el voto a las mujeres, por lo que éste vio la luz más por el proyecto reformista y su coherencia política que por movilizaciones sufragistas.
Hubo debate entre dos feministas: Victoria Kent, argumentaba que no era el momento de dar el voto a las mujeres ya que no estaban preparadas social y políticamente para ello, por lo que serían fácilmente influenciables por sus maridos y la Iglesia, y, por tanto, su voto no haría otra cosa que mantenerlas en su papel de subordinación frente a los hombres.Clara Campoamor abogaba por el sufragio femenino, ya que, a su parecer, las mujeres deberían aprender los valores democráticos ejerciéndolos y la Constitución republicana no podría recoger ningún tipo de discriminación entre mujeres y hombres. Era, por tanto, necesario otorgarles dicho derecho por encima del uso que hicieran de él. Finalmente triunfó el sufragio femenino por 161 votos frente a 121 votos.
SEGUNDA OLA DEL FEMINISMO EN ESPAÑA: El resurgir del Feminismo tras la Guerra Civil (Décadas 60 Y 70)La postguerra y la dictadura franquista produjeron un importante retroceso en relación con los avances alcanzados por las mujeres en materia de independencia económica, legal y sexual durante la II República.
La dictadura franquista y su legislación civil negaban a las mujeres cualquier tipo de autonomía individual y las convertía en eje de la moralidad social.
La necesidad del permiso marital como requisito obligatorio para que las mujeres casadas pudieran firmar un permiso de trabajo, la dote que premiaba a las mujeres que abandonan la fábrica al contraer matrimonio, la retirada del plus familiar al marido cuya mujer permaneciera en su puesto de trabajo tras el matrimonio. La necesidad de tener que solicitar autorización marital la apertura de una cuenta bancaria, la solicitud de un pasaporte o la validación de cualquier tipo de contrato. La educación que se impondrá en este periodo desde la Sección Femenina constituida por el Partido Falangista tendrá como principios fundamentales la separación de sexos, al defender que cada sexo realizará mejor sus respectivos aprendizajes por separado, y la femenización de la enseñanza de las mujeres.
En este contexto, el movimiento feminista queda, si no muerto, al menos adormecido durante la dictadura de Franco.
En los años 60, importantes colectivos de mujeres se organizaron como movimientos feministas y de oposición al régimen, sus demandas se incorporaron en la agenda política. El Movimiento Democrático de las Mujeres (MDM), creado en 1965 y vinculado al Partido Comunista de España, fue uno de los más importantes por la gran cantidad de mujeres independientes que agrupó. A partir del MDM y otros muchos pequeños colectivos feministas, se consolidó el Movimiento Feminista Español en los años 70.
Los ejes de trabajo se centraban en las condiciones de vida de las amas de casa de los barrios populares, la discriminación en la educación, la eliminación de las normas protectoras que impedían su acceso al mercado laboral y la reforma del Código Civil en los aspectos que sancionaban su inferioridad legal. Muchas fueron detenidas en 1968 junto con una gran cantidad de dirigentes políticos y sindicales en la oposición. La transición española constituyó el marco político propicio para el movimiento feminista pues el interés que despierta el tema de la mujer hace que los partidos políticos creen organizaciones de mujeres.
En los años siguientes el movimiento creció y surgieron grupos en todas las regiones. Los ejes de trabajo: la no discriminación legal por sexo, despenalización de anticonceptivos, eliminación del delito de adulterio femenino, las cuales tendrán su reflejo posterior en la tan célebre Ley del Divorcio de 1981 y Ley de la Despenalización del Aborto de 1985. Se crearon centros de planificación familiar, se informaba sobre anticonceptivos, se orientaba a las mujeres que querían abortar.
3-La tercera ola. El Neofeminismo del 68 hasta los años 80
El feminismo liberal se caracteriza por definir la situación de las mujeres como una de desigualdad y no de opresión o explotación, y por postular la reforma del sistema hasta lograr la igualdad entre los sexos. Las liberales comenzaron definiendo el problema de las mujeres como su exclusión de la esfera pública, propugnando de esta forma su inclusión en el mercado laboral y terminaron abrazando la tesis de lo personal es político.
Sin embargo, fue al feminismo radical, caracterizado por su oposición al liberalismo a quien correspondió el protagonismo en las décadas de los sesenta y setenta.
Las primeras feministas de los setenta realizaron el siguiente diagnóstico: el orden
patriarcal se mantenía intacto. El marco político de nacimiento de la tercera ola del feminismo fue la izquierda contracultural del 68.
El feminismo de los años setenta supuso el fin de la mística de la feminidad y abrió
una serie de cambios en los valores y en las formas de vida. El origen del Movimiento de Liberación de la Mujer hay que buscarlo en el descontento con el papel que las mujeres jugaban en aquel sistema.
Feminismo radical
Los sesenta fueron años de intensa agitación política. Las contradicciones de un sistema que tiene su legitimación en la universalidad de sus principios, pero que en realidad es sexista, racista, clasista e imperialista, motivaron a la formación de la llamada Nueva Izquierda y diversos movimientos sociales radicales como el movimiento antirracista, el estudiantil, el pacifista y, claro está, el feminista. La característica distintiva de todos ellos fue su marcado carácter contracultural: no estaban interesados en la política reformista de los grandes partidos, sino en forjar nuevas formas de vida y, cómo no, al hombre nuevo.
Así describe Robin Morgan (es una poeta, escritora y activista feminista, periodista, conferenciante y exactriz infantil estadounidense)lo que fue una experiencia generalizada de mujeres:
"Comoquiera que creíamos estar metidas en la lucha para construir una nueva sociedad, fue para nosotras un lento despertar y una deprimente constatación descubrir que realizábamos el mismo trabajo en el movimiento que fuera de él: pasando a máquina los discursos de los varones, haciendo café, pero no política, siendo auxiliares de los hombres, cuya política, supuestamente, reemplazaría al viejo orden"
Puesto que el hombre nuevo se hacía esperar, la mujer nueva decidió comenzar a reunirse por su cuenta.
Movimiento de Liberación de la Mujer
La primera decisión política del feminismo fue la de organizarse de forma autónoma, separarse de los varones, lo que llevó a la constitución del Movimiento de Liberación de la Mujer. Todas las mujeres estaban de acuerdo en la necesidad de separarse de los hombres, pero disentían respecto a la naturaleza y el fin de la separación. Así se produjo la división dentro del feminismo radical entre “políticas” y “feministas”. Todas ellas forman parte del feminismo radical por su posición antisistema y por su afán de distanciarse del feminismo liberal, pero para las “políticas” la opresión de las mujeres deriva del capitalismo y consideraban el feminismo un ala más de la izquierda y las “feministas” se manifestaban contra la subordinación a la izquierda ya que identificaban a los hombres como los beneficiarios de su dominación, No eran, ni mucho menos, anti izquierda, pero sí muy críticas con su recalcitrante sexismo. Finalmente, el nombre de feminismo radical pasó a designar únicamente a los grupos afines a las posiciones teóricas de las “feministas”.
El feminismo radical norteamericano que se desarrolló entre los años 1967 y 1975
identificó como centros de dominación patriarcal esferas de la vida que hasta entonces se consideraban “privadas”. A ellas corresponde el mérito de haber revolucionado la teoría política al analizar las relaciones de poder que estructuran la familia y la sexualidad; lo sintetizaron en un slogan: “lo personal es político”.
Hay que citar dos obras fundamentales Política sexual de Kate Millet y La dialéctica de la sexualidad de Sulamit Firestone (1970). Estas obras acuñaron conceptos fundamentales para el análisis feminista como el de patriarcado, género y casta sexual. El patriarcado se define como el sistema básico de dominación sobre el que se levanta el resto de las dominaciones, como la de clase y raza. El género expresa la construcción social de la feminidad y la casta sexual alude a la común experiencia de opresión vivida por todas las mujeres.
Consideraban que los varones, todos los varones y no sólo una élite, reciben beneficios econó-micos, sexuales y psicológicos del sistema patriarcal, pero en general acentuaban la dimensión psicológica de la opresión. “Pensamos que el fin de la dominación masculina es obtener satisfacción psicológica para su ego, y que sólo secundariamente esto se manifiesta en las relaciones económicas”.
El feminismo radical organizó los grupos de autoconciencia, en los que se impulsaba a cada participante a exponer su experiencia personal de opresión para analizarla en clave política y lograr su transformación. Estaban construyendo la teoría desde la experiencia personal y no desde el filtro de las ideologías previas.
Otra característica común de los grupos radicales fue el exigente impulso igualitarista y anti jerárquico: ninguna mujer estaba por encima de otra, por lo que las líderes estaban mal vistas. Los grupos se formaban por afinidad a la par militante y amistosa.
Sin embargo, los diferentes grupos de radicales variaban en su apreciación de esta estrategia y finalmente autoconciencia y activismo se configuraron como opciones opuestas.
El activismo de los grupos radicales fue espectacular: por las multitudinarias manifestaciones y marchas de mujeres, los actos de protesta y sabotaje que ponían en evidencia el carácter de objeto y mercancía de la mujer en el patriarcado (la quema pública de sujetadores y corsés, el sabotaje de comisiones de expertos sobe el aborto formada por ¡catorce varones y una mujer (monja)!, o la simbólica negativa de la carismática Ti-Grace Atkinson (es una escritora y filósofa feminista radical estadounidense) dejarse fotografiar en público al lado de un varón. Las radicales consiguieron que la voz del feminismo entrase en todos y cada uno de los hogares.
Otras actividades no tan espectaculares, pero de consecuencias enormemente beneficiosas para las mujeres, fueron la creación de centros alternativos de ayuda y autoayuda (espacios propios para estudiar y organizarse, además de desarrollar una salud y una ginecología no patriarcales, animando a las mujeres a conocer su propio cuerpo). También se fundaron guarderías, centros para mujeres maltratadas, centros de defensa personal y un largo etcétera.
Tal y como se desprende de los grupos de autoconciencia, otra característica común de los grupos radicales fue el exigente impulso igualitarista y antijerárquico: ninguna mujer está por encima de otra. En realidad, las líderes estaban mal vistas, y una de las constantes organizativas era poner reglas que evitasen el predominio de las más dotadas o preparadas. Así es frecuente escuchar a las líderes del movimiento, que sin duda existían, o a quienes actuaban como portavoces, "pedir perdón a nuestras hermanas por hablar por ellas". Esta forma de entender la igualdad trajo muchos problemas a los grupos: uno de los más impor-tantes fue el problema de admisión de nuevas militantes. Las nuevas tenían que aceptar la línea ideológica y estratégica del grupo, pero una vez dentro ya podían cuestionar el manifiesto fundacional. El resultado era un estado de permanente debate interno, enriquecedor para las nuevas, pero tremendamente cansino para las veteranas. El igualitarismo se traducía en que mujeres sin la más mínima experiencia política y recién llegadas al feminismo se encontraban en la situación de poder criticar duramente por "elitista" a una líder con la experiencia militante y consistencia teórica. Incluso se llegó a recelar de las teóricas sospechando que instrumentaban el movimiento para hacerse famosas. El caso es que la mayor parte de las líderes fueron expulsadas de los grupos que habían fundado.
Se ha señalado esta negación de la diversidad de las mujeres como una de las causas del declive del feminismo radical. La tesis de la hermandad o sororidad de todas las mujeres unidas por una experiencia común también se vio amenazada por la polémica aparición dentro de los grupos de la cuestión de clase y del lesbianismo. Pero, en última instancia, fueron las agónicas disensiones internas, más el lógico desgaste de un movimiento de estas características, lo que trajo a mediados de los setenta el fin del activismo del feminismo radical.
Feminismo y socialismo: la nueva alianza
Tal y como hemos observado, el feminismo iba decantándose como la lucha contra el patriarcado, un sistema de dominación sexual, y el socialismo como la lucha contra sistema capitalista o de clases. Sin embargo, numerosas obras de la década de los setenta declaran ser intentos de conciliar teóricamente feminismo y socialismo y defienden la complementariedad de sus análisis. Así lo hicieron, entre otras muchas, Sheyla Rowbotham, Roberta Hamilton, Zillah Eisenstein y Juliet Michell. Las feministas socialistas han llegado a reconocer que las categorías analíticas del marxismo son "ciegas al sexo, pero también consideraban que el feminismo es ciego para la historia y para las experiencias de las mujeres trabajadoras, emigrantes o "no blancas". De ahí que sigan buscando una alianza más progresiva entre los análisis de clase, género y raza. Pero en esta renovada alianza, el género y el patriarcado son las categorías que vertebran sus análisis de la totalidad social.
Feminismo de la diferencia
El feminismo radical estadounidense habría evolucionado hacia un nuevo tipo de
feminismo que se conoce con el nombre de feminismo cultural. Mientras el feminismo radical lucha por la superación de los géneros, el feminismo cultural parece centrarse en la diferencia. Se igualan la liberación de las mujeres con el desarrollo y la preservación de una contracultura femenina: vivir en un mundo de mujeres para mu-jeres . Esta contracultura exalta el "principio femenino" y sus valores y denigra lo "masculino". Raquel Osborne ( es una escritora española, doctora en sociología y especializada en sociología de género y sus derivados delictivos.) ha sintetizado algunas de las características que se atribuyen a un principio y otro. “Los hombres representan la cultura, las mujeres la naturaleza. Ser naturaleza y poseer la capacidad de ser madres comporta la posesión de las cualidades positivas, que inclinan en exclusiva a las mujeres a la salvación del planeta, ya que son moralmente superiores a los varones. La sexualidad masculina es agresiva y potencialmente letal, la femenina difusa, tierna y orientada a las relaciones interpersonales. Por último, se deriva la opresión de la mujer de la supresión de la esencia femenina”.
El feminismo cultural exalta el “principio femenino” y sus valores. Se autoproclama defensor de la diferencia sexual, de ahí su designación como feminismos de la diferencia frente a los autoritarios, se condena la heterosexualidad por su connivencia con el mundo masculino y se acude al lesbianismo como única alternativa de no contaminación.
Esta visón netamente dicotómica de las naturalezas humanas ha cuajado en otros movimientos como el ecofeminismo de Mary Daly y el surgimiento de un polémico frente anti pornografía y anti prostitución.
En Francia y en Italia existen notables partidarias del feminismo de la diferencia.
En Francia las pensadoras de la diferencia sexual parten de la constatación de la mujer como lo absolutamente otro. Instalado en dicha otredad, pero tomando prestada la herramienta del psicoanálisis, utiliza la exploración del inconsciente como medio privilegiado de reconstrucción de una identidad propia, exclusivamente femenina. Entre sus representantes destacan Annie Leclerc, Hélène Cixous y, sobre todo, Luce Irigaray. Su estilo, realmente críptico si no se posee determinada formación filosófica, o incluso determinadas claves culturales específicamente francesas, no debe hacer-nos pensar en un movimiento sin incidencia alguna en la práctica. El grupo "Psychanalyse et Politique" surgió en los setenta y es un referente ineludible del feminismo francés. Desde el mismo se criticaba duramente al feminismo igualitario por considerar que es reformista, asimila las mujeres a los varones y, en última instancia, no logra salir del paradigma de dominación masculina. Sus partidarias protagonizaron duros enfrentamientos con el "feminismo", algunos tan llamativos como asistir a manifestaciones con pancartas de "Fuera el feminismo", e incluso acudieron a los Tribunales reivindicando su carácter de legítimas representantes del movimiento de liberación de la mujer. Tal y como relata Rosa María Magdá:
“Las batallas personales, la defensa radical o no de la homose-xualidad y las diversas posturas con los partidos políticos han sido también puntos de litigio para un movimiento excesivamente cerrado sobre sí mismo, que plaga sus textos de referencias ocultas y que, lejos de la acogedora solidaridad, parece muchas veces convertirse en un campo minado”. Sus críticos dudan de que puedan construir la identidad femenina y al mismo tiempo destruir el mito “mujer”.
En Italia Sus primeras manifestaciones surgen en 1965, ligadas al grupo DEMAU. Otro hito importante será la publicación en 1970 del manifiesto de Rivolta femminile y el escrito de su fundadora Carla Lonzi(1931-1982) Escupamos sobre Hegel. crítica de arte y escritora italiana. Fue una figura central del feminismo italiano de los años 70. Las italianas, muy influidas por la tesis de las francesas sobre la necesidad de crear una identidad propia y la experiencia de los grupos de autoconciencia de las estadounidenses, siempre mostraron su disidencia respecto a las posiciones mayoritarias del feminismo italiano. Así lo hicieron en el debate en torno a la ley del aborto, en que defendían la despenalización frente a la legalización, finalmente aprobada en 1977, y posteriormente en la propuesta de ley sobre la violencia sexual. Esta propuesta reivindicaba, entre otras cosas, que la violación pudiese ser perseguida de oficio, aun contra la voluntad de la víctima, para evitar las frecuentes situaciones en que las presiones sobre ésta terminaban retirando la demanda. En este caso, como en el del aborto, se considera "lo más inaceptable" que las mujeres "ofreciesen ese sufrimiento concreto a la intervención y la tutela del Estado, diciendo actuar en nombre de todas las mujeres". Mantienen que la ley del hombre nunca es neutral, y la idea de resolver a través de leyes y reformas generales la situación de las mujeres es descabellada.
Critican al feminismo reivindicativo por victimista y por no respetar la diversidad de la experiencia de las mujeres. Además plantean que de nada sirve que las leyes den valor a las mujeres si éstas de hecho no lo tienen. A cambio, parecen proponer trasladarse al plano simbólico y que sea en ese plano donde se produzca la efectiva liberación de la mujer, del "deseo femenino".
Ligada a esta liberación, muy volcada en la autoestima femenina, están diversas prácticas entre mujeres, como el affidamento (práctica de lealtad, confianza y cuidado mutuo entre mujeres). Lo que sí se afirma con claridad es que para la mujer no hay libertad ni pensamiento sin el pensamiento de la diferencia sexual.
4-El feminismo después de los ochenta
Tras las manifestaciones de fuerza y vitalidad del feminismo y otros movimientos sociales y políticos en los años setenta, la década de los ochenta parece que pasará a la historia como una década especialmente conservadora. De hecho, el triunfo de carismáticos líderes ultraconservadores en países como Inglaterra y Estados Unidos, cierto agotamiento de las ideologías que surgieron en el siglo XIX, más el sorprendente derrumbamiento de los Estados socialistas, dieron paso a los eternos profetas del fin los conflictos sociales y de la historia.
En la década de los ochenta apareció una formación conservadora reactiva que
intentó relegar al movimiento feminista. Mientras que en algunos países se intentó
crear organismos de igualdad para que construyeran un modelo femenino
conservador, en otros, por su muy distinto signo político, el pequeño feminismo
presente en los poderes públicos reclamó la visibilidad mediante el sistema de cuotas y la paridad por medio de la discriminación positiva.
Siguió patente que el poder, autoridad y prestigio seguía en manos masculinas, existía un “techo de cristal” en todas las escalas jerárquicas y organizacionales, por lo que el tema de la visibilidad se convirtió en objetivo y el sistema de cuotas fue la herramienta que permitía a las mujeres asegurar presencia y visibilidad en todos los tramos en lo público.
Fueron apareciendo multitud de grupos pequeños e informales en los que las mujeres se reunían, intercambiaban experiencias, promovían la auto concienciación, etc. En los últimos años muchos de estos grupos se han ido transformando en asociaciones que ofrecen apoyo a las mujeres, muchas veces con programas subvencionados por organismos estatales.
En este contexto, nuestra pregunta es la siguiente: ¿puede entonces hablarse de un declive del feminismo contemporáneo en los 80?, y la respuesta es un rotundo no.
Yasmine Ergas Abogada americana Directora of the Specialization on Gender and Public Policy, Associate Director of the Institute for the Study of Human Rights.Ha sintetizado bien la realidad de los ochenta:
“Si bien la era de los gestos grandilocuentes y las manifestaciones masivas que tanto habían llamado la atención de los medios de comunicación parecían tocar su fin, a menudo dejaban detrás de sí nuevas formas de organización política femenina, una mayor visibilidad de las mujeres y de sus problemas en la esfera pública y animados debates entre las propias feministas, así como entre éstas e interlocutores externos. En otras palabras, la muerte, al menos aparente, del feminismo como movimiento social organizado no implicaba ni la desaparición de las feministas como agentes políticos, ni la del feminismo como un conjunto de prácticas discursivas contestadas, pero siempre en desarrollo".
Efectivamente, el feminismo no había desaparecido, pero sí había conocido profundas transformaciones. En estas transformaciones habían influido tanto los enormes éxitos cosechados si consideramos lo que fue el pasado y lo que era el presente de las mujeres, como la profunda conciencia de lo que queda por hacer, si comparamos la situación de varones y mujeres hasta la actualidad. Los éxitos cosechados provocaron una aparente, tal vez real, merma en la capacidad de movilización de las mujeres en torno a las reivindicaciones feministas, por más que, paradójicamente, éstas tuvieran más apoyo que nunca en la población femenina. Por ejemplo, el consenso entre las mujeres sobre las demandas de igual salario, medidas frente a la violencia o una política de guarderías públicas es, prácticamente total.
TERCERA OLA DEL FEMINISMO EN ESPAÑA: Los Feminismos a partir de la Constitución Española (Años 80 – Actualidad)
Con los primeros gobiernos democráticos se empiezan a materializar las primeras conquistas a nivel institucional, como la creación del Instituto de la Mujer (1983), fruto de una nueva sensibilidad de los actores políticos del momento y de las reivindicaciones que numerosos colectivos realizaron durante la Transición.
El feminismo ha sido el impulsor de un doble proceso que incluye, por una parte, la deslegitimación de la violencia contra las mujeres y, por otra, la elaboración de un nuevo marco de interpretación para este grave problema social, lográndose unas elevadas tasas de sensibilización social.
Ha sido la irrupción de Internet lo que ha proporcionado al movimiento de mujeres un altavoz para difundir y hacer llegar tanto sus campañas reivindicativas como sus informaciones (sobre temas diversos, pero, muy especialmente, sobre violencia, a un número cada vez más amplio de personas.
La Ley Orgánica 1/2004, de medidas de protección integral contra la violencia de género. Dar un tratamiento integral a esta lacra, abarcando tanto las medidas penales, agravando tipos y ampliando cobertura penal, las acciones de sensibilización, prevención y detección, asistencia social y jurídica, o tutela institucional y judicial. Estableciendo como fin principal la protección a las víctimas, impulsa un cambio en la percepción social del maltrato por violencia machista, que irá, gradualmente, asentándose en la sociedad española, situando éste fuera del ámbito privado.
la Ley Orgánica 3/2007, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres por su importancia como ley integral.
4-El feminismo Institucional del Siglo XXI
En definitiva, el feminismo institucional y la pujanza de la teoría feminista, más la paulatina incorporación de las mujeres a puestos de poder no estrictamente políticos (administración, judicaturas, cátedras...) y a tareas emblemáticamente varoniles (ejército y policía), han ido creando un poso feminista que simbólicamente cerraremos con la Declaración de Atenas de 1992. En esta Declaración, las mujeres mostraron su claro deseo de firmar un nuevo contrato social y establecer de una vez por todas una democracia paritaria. Ahora bien, esta firme voluntad de avance, y el recuento de todo lo conseguido, no significa que la igualdad sexual esté a la vuelta de la esquina.
Aparte de la imprescindible labor de los grupos feministas de base, que siguen su continuada tarea de concienciación, reflexión y activismo, ha tomado progresivamente fuerza lo que ya se denomina feminismo institucional.
Este feminismo reviste diferentes formas en los distintos países occidentales: desde los pactos interclasistas de mujeres a la nórdica donde se ha podido llegar a hablar de feminismo de Estado a la formación de lobbies o grupos de presión, hasta la creación de ministerios o instituciones interministeriales de la mujer, como es el caso en nuestro país, donde en 1983 se creó como organismo autónomo el Instituto de la Mujer y en 2008 el Ministerio de Igualdad.
A pesar de estas diferencias, los feminismos institucionales tienen algo en común: el decidido abandono de la apuesta por situarse fuera del sistema y por no aceptar sino cambios radicales. Un resultado notable de estas políticas ha sido el hecho, realmente impensable hace sólo dos décadas, de que mujeres declaradamente feministas lleguen a ocupar importantes puestos en los partidos políticos y en el Estado. Ahora bien, no puede pensarse que este abandono de la "demonización" del poder no reciba duras críticas desde otros sectores del feminismo, y no haya supuesto incluso un cambio lento y difícil para todo un colectivo que, aparte de su vocación radical, ha sido "socializado en el no poder".
Tal y como ha reflejado Susan Faludi en su obra Reacción. “La guerra no declarada contra la mujer moderna, el patriarcado, como todo sistema de dominación firmemente asentado, cuenta con numerosos recursos para perpetuarse. El mensaje reactivo de "la igualdad está ya conseguida" y "el feminismo es un anacronismo que empobrece la vida de la mujer" parece haber calado en las nuevas generaciones. Como consecuencia, las mujeres jóvenes, incapaces de traducir de forma política la opresión, parecen volver a reproducir en patologías personales antes desconocidas —anorexia, bulimia— el problema que se empeña en no tener nombre".
Ana de Miguel - Los feminismos a través de la Historia. "Mujeres en Red", El periódico feminista. Edición virtual realizada por Demófilo. Agosto 2011
Historia del Feminismo en España. NAWEY:NET, Grupo España
PROBLEMÁTICA DEL FEMINISMO EN 2024:
Más allá del 8M, desde ONU Mujeres han puesto el foco en la próxima década y en aquellos objetivos a los que la sociedad debe dar respuesta cuanto antes.
El objetivo del feminismo es claro, defender la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Los avances durante las últimas décadas han sido significativos pero la realidad es que todavía queda camino por delante. La necesidad de alzar la voz y recorrer las calles cada 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, lo pone de manifiesto.
Es innegable que la sociedad ha despertado y no le resulta un problema detectar las injusticias más flagrantes que siguen vigentes en 2024. Sin embargo, no sucede lo mismo con aquellos pequeños gestos o ejemplos menores de discriminación, conocidos como micromachismos, que llevan tanto tiempo entre nosotros y que en muchos casos hemos interiorizado y normalizado.
Lograr el futuro feminista requiere de desafíos, de retos que debemos hacer frente en el día a día, en aquellas pequeñas cosas. Desde ONU Mujeres lo tienen claro por ello y bajo el eslogan Igualdad de género hoy para un mañana sostenible han puesto sobre la mesa los objetivos a los que la sociedad debe poner solución para lograr el cambio definitivo: un futuro igualitario.
Poner el foco en la educación
La educación es el primer paso en el camino para lograr la igualdad de género. No debemos esperar a la adolescencia para tratar estos temas, la igualdad debe inculcarse desde etapas educativas tempranas. "Hay que hablar de aceptación de las diferencias y no partir de una situación de inferioridad por ser mujer", manifiesta Sylvie Pérez, psicopedagoga del Departamento de Educación de la Generalitat de Catalunya. La intención, según explica la propia Pérez, es no solo acabar con la visión de debilidad de la mujer en muchos aspectos, también empoderar a las docentes, uno de los objetivos que busca recalcar. Sin embargo, se trata de un cambio de perspectiva que debe mantenerse también en la edad adulta, con el claro objetivo de no acabar en estereotipos de género que crean desigualdad
La brecha digital (de género)
La tecnología, el acceso a ella o la desinformación de la que nos nutrimos en las diferentes plataformas es otra de las grandes piedras en el camino. "El manejo de la tecnología desde pequeños es desigual por el tipo de juegos a los que juegan niños y niñas", explica Maria Olivella Quintana, coordinadora de la Unidad de Igualdad de la UOC. En el caso de las redes sociales, en concreto de Twitter, Olivella habla de grandes diferencias, por ejemplo en "las dinámicas de polarización, lo cual hace que sean menos amables para la mujer que para el hombre, porque las mujeres viven más en la cooperación que en la individualidad".
Reforzar el concepto de economía feminista
A pesar de los avances notorios, que van desde la visibilidad de la brecha salarial a la crítica de una economía tradicional ligada al neoliberalismo, el futuro no parece claro. Superar la falta de conexión entre políticas sociales y de igualdad y políticas económicas, según afirma Mayo Fuster Morell, directora de la Cátedra Barcelona - UOC en Economía Digital, investigadora principal del grupo Dimmons del Internet Interdisciplinary Institute (IN3), es determinante. "Estamos diseñando la economía de este siglo y no se aplica perspectiva de género o no se encuentra a la mujer por ninguna parte", manifiesta.
Las trabajadoras domésticas, el eterno asunto pendiente
La Dra. Lídia Arroyo Prieto, investigadora del IN3, pone en el foco en la cuestión de la integración de los hombres en el cuidado e incide en la desigualdad de género que esto supone, "con los riesgos de salud y brecha salarial que comporta". Un cambio que también debemos integrar en el ámbito familiar. "Cuidar de otros es un trabajo: no tiene que ver solo con las relaciones privadas", apunta Fuster. Lo que necesitamos y buscamos implementar de inmediato es una reforma laboral que tenga en cuenta este tipo de trabajo de cuidados.
Empoderar a mujeres trans, migrantes y racializadas
Lejos de lo que sucedía en los primeros años de la lucha feminista, ahora debemos ir más allá de la clásica dualidad mujer/hombre "y tener en cuenta todas las diversidades de género", como bien apunta Fuster. El feminismo debe hacer frente a este reto de la plena integración de todas estas mujeres desde una perspectiva interseccional. "El sexismo no es igual para una mujer blanca de ochenta años que para una niña negra de siete", resalta Fuster.
¿"Dónde debemos detenernos en buena lógica?
¿Cómo podemos justificar generalizaciones sobre las mujeres afroamericanas, sobre las mujeres del Tercer Mundo, o las mujeres lesbianas?"
Efectivamente, llevando esta lógica a su extremo, tendríamos que concluir que es imposible generalizar la experiencia de cada mujer concreta.
Situar a mujeres científicas e intelectuales en el punto de mira
Pese a los avances logrados, la celebración del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia cada 11 de febrero desde 2015 es el mejor ejemplo, todavía queda un largo camino por recorrer para que el acceso igualitario a este ámbito sea una realidad. Olivella cree que "el momento actual es el más fuerte y el conocimiento está más alineado" para que el hecho de dar visibilidad a referentes femeninos sea tan importante. No hablamos de sacar a la luz sus nombres sino de inculcar desde una temprana edad la labor que estas mujeres han logrado y decir que sí se puede. "Hace falta un cambio de paradigma", resalta.
Unidad dentro del feminismo
Parece obvio pero en muchas ocasiones no ha sido así. En ámbitos como la prostitución (abolicionista o no) o la llamada Ley Trans ha supuesto una grieta dentro de los feminismos. Esta distancia, pensando en el bienestar conjunto, debe acabar cuanto antes. Es un reto fundamental.
Mejorar (y ampliar) la comunicación sobre la violencia física y sexual hacia la mujer
"Las ideologías que quieren naturalizar la desigualdad de clases, razas o género han vuelto a tener legitimidad", advierte Olivella. Un retroceso inimaginable en la actualidad que debe superarse si queremos un futuro igualitario en cuanto a derechos.
La propia Olivella apunta a que, frente a movimientos como el #MeToo, han surgido posturas antifeministas que niegan la existencia de dichas violencias. ¿Cómo hacerle frente? No solo acompañando a las víctimas o preservando sus derechos, también mejorando la comunicación dentro de las escuelas o empresas. Se precisa "una mirada crítica que pase por la pedagogía y la confrontación con los datos 'reales'", apunta Begonya Enguix, experta en Antropología de los géneros y de las sexualidades, cuerpo e identidades, antropología urbana y de los medios de comunicación, y activismos LGTB.

CRÍTICA AL FEMINISMO ACTUAL:
Loola Pérez, (Molina de Segura, 1991). Graduada en Filosofía, trabaja como integradora social y sexóloga educativa. En su ensayo Maldita Feminista (Seix Barral) arremete sin piedad contra el feminismo imperante y aboga por un nuevo paradigma sobre la igualdad de sexos.
-Cuando eres crítica con el feminismo eres un monstruo, eres peligrosa, eres una hereje.
- El feminismo se ha convertido en un nuevo dogma, donde existen autos de fe, donde existe una curia a la que yo muchas veces me refiero como "vacas sagradas" y donde existe una literatura feminista que es sota, caballo y rey y que muchas veces se basa en la mera 'opinología', en cuestiones que tienen poco de pensamiento crítico y mucho de sensacionalismo
- Una de las neurosis que tiene el feminismo actual es que tiende mucho a la emocionalidad, y además se han dejado arrastrar por esta cultura de los medios de comunicación, de seguimiento de asesinatos y violaciones durante 24 horas al día. Esa emocionalidad no ayuda al razonamiento, a poner límites o incluso a desarrollar un sentido moral que vaya más allá de lo que sale la pantalla televisiva.
- El feminismo no solamente debería ser una reacción, también tiene que transformar.
- Hablar de patriarcado en occidente es algo que ahora mismo es insostenible. No podemos comparar a las mujeres en España con las mujeres en Irán. Además, sería como negar o despreciar todo lo que hemos conseguido
-No pienso que paridad signifique igualdad. La paridad tiene que ser una opción, algo abierto, y la igualdad es algo que pueden hacer tanto mujeres como hombres. Por eso me escama un poco que ahora mismo se piense que en el Ministerio de Igualdad, por ser todas mujeres, nos va a ir mejor.
- Yo reivindico que el sujeto del feminismo es la ciudadanía (no solamente la mujer), porque el feminismo es un movimiento y una filosofía sumamente transformadora para todas las personas que componemos el mundo.
- Cuando se ahonda tanto en la victimización, nos olvidamos de la autodeterminación de las mujeres, como es la capacidad de decisión, la capacidad de resiliencia, de superar, de afrontar un trauma. Este victimismo hace que muchas no se identifiquen con el feminismo como movimiento, aunque sí con las ideas de igualdad. Nosotras pagamos el peaje de la victimización y ellos pagan el peaje de la criminalización, la persecución e incluso de la censura. A ellos muchas veces ni siquiera se les permite expresar cómo se sienten, muchas veces se les desprecia, se les insulta, se les pone el sambenito de machistas. Cualquier frase dicha por un hombre que pueda contradecir al feminismo hegemónico hace que ese hombre sea tachado de machista.
- El feminismo radical ignora las diferencias biológicas y psicológicas entre hombres y mujeres.
- Desde la entrada en vigor de la Ley de Violencia de Género el número de asesinatos de mujeres prácticamente no ha variado. Y propongo que se empiece a trabajar de manera seria y rutinaria en la reinserción de maltratadores, algo a lo que el feminismo tradicional radical se opone absolutamente, en vez de endurecer las penas (que es lo que propone el feminismo)
Juan Soto Ivars:
-Parecer feminista es tan importante en esta sociedad como parecer católico en la franquista. Hablan como si salvaran vidas quienes no salvan ninguna, y reprochan a quienes no ponen en peligro a nadie que sigan muriendo mujeres a manos de sus parejas.
-La auténtica paridad es una putada para cualquier hombre. Pasa por asumir e interiorizar ese trabajo hercúleo que durante eones han hecho ellas.
SMARTKIT VILLE 2018-03-15 20:23:42 Las feministas y los feminoides por lo visto viven en una realidad alternativa donde no existen los lavavajillas, la lavadora, la secadora, el microoondas y los robots roomba.
SMAGENTA 2018-03-15 12:11:46 Buen ejercicio de autocrítica, Soto.Si quieres ser todavía más feliz te recomiendo que leas a Silvia Federici y que contrateis a un empleado de hogar.
-Es difícil ser un hombre en tiempos del feminismo, pero mucho menos difícil que ser una mujer en estos tiempos o en cualquier otro.
Richard V. Reeves “Hombres”(best seller) 2023 prologado en nuestro idioma por el periodista Juan Soto Ivars. Lucha del autor es contra la izquierda progresista que «desestima las legítimas preocupaciones que existen en relación con los niños y los hombres y patologiza la masculinidad», pero sin comprar el marco conservador que parece «más sensible» al tema sólo «en aras de justificar la necesidad de dar marcha atrás y restaurar los roles de género tradicionales».
-Denuncia que «no se habla de brecha de género en los suicidios, los accidentes laborales mortales o incapacitares, el sinhogarismo, el fracaso escolar, el desigual destino de recursos a la investigación de cáncer de mama y próstata, la obligación de combatir en una guerra, la población reclusa, el reparto de los bienes o el tiempo con los hijos tras un divorcio o, por resumirlo todo, la esperanza de vida».
-Los niños y los hombres lo están pasando mal en la sociedad actual, damnificados por los cambios socioeconómicos de las últimas décadas, y desorientados por culpa de un feminismo hegemónico que ataca algunos de sus atributos encasillándolos dentro del cajón de sastre de la «masculinidad tóxica».
-El mundo postfeminista debe articularse en torno a las diferencias biológicas entre sexos, que importan, y volver a nivelar a varones y hembras al margen de guerras ideológicas y en pos de la verdadera igualdad.
-Una de las críticas más atinadas que se ha hecho al feminismo de cuarta ola, y que fue verbalizada en su día por Milo Yiannopoulos, es que blasona de defender la igualdad, pero su discurso no hace una representación igualitaria de los problemas que tienen los hombres y las mujeres, sino que se centra exclusivamente en los que sufren estas.
Virginie Despentes “La Teoría del King Kong “2008 libro de referencia del feminismo y de la teoría de género.
La Teoría del King Kong es un enfoque de la crítica literaria feminista que se centra en la idea de que la mujer es vista como un objeto, un objeto que el hombre puede apropiarse y poseer, al igual que el simio gigante lo hace en las múltiples películas de King Kong.
Despentes amplía su metáfora de la chica" King Kong " y su deseo de escapar de los confines de la feminidad.
Despentes comparte su propia experiencia para hablar sin tapujos ni concesiones sobre la prostitución, la violación, la represión del deseo, la maternidad y la pornografía, y para contribuir al derrumbe de los cimientos patriarcales de la sociedad actual.
Despentes dice: "Estoy escribiendo como una fea para las feas: las viejas brujas, las lesbianas, las frígidas, las mal folladas, las infollables, las neuróticas, las psicópatas, para todas esas chicas que no consiguen una mirada en el mercado universal de la chica consumible.Prefiero a los chicos que no dan la talla por la simple razón de que yo misma a menudo no lo hago.""
Relatando que fue violada en grupo en 1986 a la edad de 17 años, Despentes explica cómo ha procesado la experiencia desde entonces, y cómo la sociedad degrada y silencia a las mujeres que son víctimas de agresiones sexuales. Ella señala que "después de la violación, la respuesta aceptable es volver la violencia hacia adentro, hacia ti mismo" y describe la violación como "una guerra civil, una organización política a través de la cual un género declara al otro, Tengo completo poder sobre ti" ). También discute las fantasías de violación, sugiriendo que estas son el resultado de un "sistema cultural específico" que prepara a las mujeres para conectar su posición oprimida dentro de la sociedad con su sexualidad.
Despentes habla de su tiempo como prostituta, que una de las cosas que encontró más difíciles sobre el trabajo fue la "soledad, tristeza y fragilidad" de sus clientes. Ella contrasta la prostitución con las relaciones heterosexuales, señalando que la prostitución es demonizada con el fin de "transmitir la idea de que ninguna mujer puede beneficiarse de sus servicios sexuales fuera del matrimonio, mientras que el matrimonio hetero sexual conduce a más muertes a través de la violencia doméstica. "A las mujeres que son folladas gratis se les debe seguir diciendo que hicieron la única opción posible, de lo contrario, ¿cómo se las puede mantener bajo control?."
Para un hombre, no amar a las mujeres es una actitud", señala. "Para una mujer, no amar a los hombres es patológico." Hacia el final del ensayo señala: "He llegado a la conclusión de que la feminidad es el arte del servilismo."
Con su propia revolución feminista ideal, quiere liberar tanto a hombres como a mujeres del actual "sistema de mascarada forzada" y concluye describiendo el feminismo como "una aventura colectiva, para mujeres, hombres y todos los demás".
Teoría King Kong (2006) Virginie Despentes, ED. Grasset.
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y sobre todo gracias a Alejandro C. G. por ayudarnos con la música para el podcast. Os dejamos su Instagram para que le deis amor a él tambien: / frzo_fr
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